Dicen que estamos en crisis. Puede ser
Había un montón de gente que cobraba muy poquito, tenía trabajos de mierda y apenas ninguna posesión. No se les ocurrió otra cosa que pedir hipotecas enormes, y los bancos, que tampoco son muy avispados, concedieron un montón de hipotecas a esta gente que, muy probablemente (si subían los intereses, si perdían su trabajo, si no se administraban, etc) no podrían devolver. A estos créditos de les llamó hipotecas o créditos basura o, los más políglotas, hipotecas subprime.
¿Que pasó? Pues que, efectivamente, algunos de ellos no pudieron pagarlos. Lo bancos se encontraban aquí con un problema: no les devolvían el dinero que habían prestado. Eso siempre ha pasado, ellos se quedaban con la casa, la vendían como podían y más o menos quedaban sin pérdidas. Pero cuando eso pasa con mucha gente, pues se fastidió el asunto.
Este problema, que parece que sólo tiene que afectar a bancos y ciudadanos, va directamente a las empresas, por varias vías. Las personas, que están ahogadas para pagar la hipoteca (tanto porque son de esos que hemos dicho antes que tienen una hipoteca por encima de sus posibilidades como porque los intereses son bastante altos y suben) consumen menos, ya que tienen menos dinero para destinar al consumo. Las empresas se encuentran con que producen y producen y no venden. En los últimos años, gracias a los créditos subprime, la gente podía comprar y comprar y, por tanto, las empresas producían incluso más de lo necesario (sobre todo en sectores como la automoción y la construcción, donde se producía por encima de la demanda real, es decir, la necesaria y asequible por los ciudadanos). Junto a este problema de exceso de producción y falta de venta, las empresas se encontraron con más problemas. Los bancos no les daban préstamos, porque estaban muy ahogados con todas aquellas hipotecas basura que la gente no pagaba y no tenían capital para prestar a las empresas y el que tenían, no se fiaban de prestarlo por miedo a no recuperarlo. Pero además, las empresas se encontraban con que a ellas tampoco les pagaban por sus trabajos, ya que el que tenía que pagarles, tampoco recibía créditos del banco ni cobraba de otros acreedores.
Así, la gente no podía pagar sus hipotecas ni consumir. Los bancos no cobraban sus préstamos y no podían prestar. Y las empresas no cobraban, no les prestaban dinero ni vendían. La siguiente consecuencia llegó a los mismos que ya, al principio, no podían pagar sus hipotecas. Las empresas, sin dinero suficiente para hacer frente a sus gastos y sin conseguir ventas, tuvieron que despedir a gente, ya que no podían pagar a todos y, además, tenían que reducir la producción, ya que si la gente no compra tienes que producir menos porque no lo vas a vender. Al ser despedida tanta gente, los pagos de las hipotecas y otros créditos subprime y no subprime eran todavía más complicados, con lo que todo el proceso se volvía a repetir y, cada vez, con más fuerza. Un círculo vicioso en que nadie tiene dinero y todo el mundo le debe a todo el mundo.
En este momento, el Gobierno tuvo que intervenir. De manera mágica abrieron sus cajones y sacaron las jeringuillas y se dedicaron a inyectar capital, es decir, dar dinero público, dinero de los impuestos, aquí y allá para que todo volviera a su situación normal. Rescates a bancos en ruina como Caja Castilla- La Mancha para que la gente no pierda sus ahorros, montones de dinero a las empresas para que no tengan que despedir a gente, fomento del alquiler frente a la compra y ayuditas (que aún no han llegado) para pagarlo... Pero todo eso no era suficiente, ya que las listas del paro aumentaban sin parar. Las últimas ayudas fueron destinadas a crear empleo, empleo público. Para ello, dieron dinero a los Ayuntamientos para que hicieran, sobre todo, obra pública y así generaran empleo. Y en esas estamos. Esperando a que haya más trabajo para que la gente consuma; a que, al consumir, las empresas estén mejor y suban la producción y contraten gente que, al tener trabajo, pueda seguir consumiendo y manteniendo las empresas productivas y con trabajadores y pagando hipotecas, con lo que los bancos podrán prestar dinero a las empresas, que darán trabajo a los que piden hipotecas y... bueno, bueno, ya sabéis.
Conclusión aplicable a la vida diaria: no pidas un dinero que no podrás devolver ni prestes un dinero que muy posiblemente no te devolverán.
Había un montón de gente que cobraba muy poquito, tenía trabajos de mierda y apenas ninguna posesión. No se les ocurrió otra cosa que pedir hipotecas enormes, y los bancos, que tampoco son muy avispados, concedieron un montón de hipotecas a esta gente que, muy probablemente (si subían los intereses, si perdían su trabajo, si no se administraban, etc) no podrían devolver. A estos créditos de les llamó hipotecas o créditos basura o, los más políglotas, hipotecas subprime.
¿Que pasó? Pues que, efectivamente, algunos de ellos no pudieron pagarlos. Lo bancos se encontraban aquí con un problema: no les devolvían el dinero que habían prestado. Eso siempre ha pasado, ellos se quedaban con la casa, la vendían como podían y más o menos quedaban sin pérdidas. Pero cuando eso pasa con mucha gente, pues se fastidió el asunto.
Este problema, que parece que sólo tiene que afectar a bancos y ciudadanos, va directamente a las empresas, por varias vías. Las personas, que están ahogadas para pagar la hipoteca (tanto porque son de esos que hemos dicho antes que tienen una hipoteca por encima de sus posibilidades como porque los intereses son bastante altos y suben) consumen menos, ya que tienen menos dinero para destinar al consumo. Las empresas se encuentran con que producen y producen y no venden. En los últimos años, gracias a los créditos subprime, la gente podía comprar y comprar y, por tanto, las empresas producían incluso más de lo necesario (sobre todo en sectores como la automoción y la construcción, donde se producía por encima de la demanda real, es decir, la necesaria y asequible por los ciudadanos). Junto a este problema de exceso de producción y falta de venta, las empresas se encontraron con más problemas. Los bancos no les daban préstamos, porque estaban muy ahogados con todas aquellas hipotecas basura que la gente no pagaba y no tenían capital para prestar a las empresas y el que tenían, no se fiaban de prestarlo por miedo a no recuperarlo. Pero además, las empresas se encontraban con que a ellas tampoco les pagaban por sus trabajos, ya que el que tenía que pagarles, tampoco recibía créditos del banco ni cobraba de otros acreedores.
Así, la gente no podía pagar sus hipotecas ni consumir. Los bancos no cobraban sus préstamos y no podían prestar. Y las empresas no cobraban, no les prestaban dinero ni vendían. La siguiente consecuencia llegó a los mismos que ya, al principio, no podían pagar sus hipotecas. Las empresas, sin dinero suficiente para hacer frente a sus gastos y sin conseguir ventas, tuvieron que despedir a gente, ya que no podían pagar a todos y, además, tenían que reducir la producción, ya que si la gente no compra tienes que producir menos porque no lo vas a vender. Al ser despedida tanta gente, los pagos de las hipotecas y otros créditos subprime y no subprime eran todavía más complicados, con lo que todo el proceso se volvía a repetir y, cada vez, con más fuerza. Un círculo vicioso en que nadie tiene dinero y todo el mundo le debe a todo el mundo.
En este momento, el Gobierno tuvo que intervenir. De manera mágica abrieron sus cajones y sacaron las jeringuillas y se dedicaron a inyectar capital, es decir, dar dinero público, dinero de los impuestos, aquí y allá para que todo volviera a su situación normal. Rescates a bancos en ruina como Caja Castilla- La Mancha para que la gente no pierda sus ahorros, montones de dinero a las empresas para que no tengan que despedir a gente, fomento del alquiler frente a la compra y ayuditas (que aún no han llegado) para pagarlo... Pero todo eso no era suficiente, ya que las listas del paro aumentaban sin parar. Las últimas ayudas fueron destinadas a crear empleo, empleo público. Para ello, dieron dinero a los Ayuntamientos para que hicieran, sobre todo, obra pública y así generaran empleo. Y en esas estamos. Esperando a que haya más trabajo para que la gente consuma; a que, al consumir, las empresas estén mejor y suban la producción y contraten gente que, al tener trabajo, pueda seguir consumiendo y manteniendo las empresas productivas y con trabajadores y pagando hipotecas, con lo que los bancos podrán prestar dinero a las empresas, que darán trabajo a los que piden hipotecas y... bueno, bueno, ya sabéis.
Conclusión aplicable a la vida diaria: no pidas un dinero que no podrás devolver ni prestes un dinero que muy posiblemente no te devolverán.
1 comentario:
Si todo fuese tan fácil como tu conclusión la vida sería maravillosa, lástima que todo sea tan complicado y tanta gente sufra o suframos por la "crisis" que siempre es para los mismos. Yo me conformaba con pasar la crisis con el sueldo de Zp, Rajoy y compañía.Un abrazo
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